El emperador y otros relatos by Frederick Forsyth

El emperador y otros relatos by Frederick Forsyth

autor:Frederick Forsyth [Forsyth, Frederick]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Relato, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1972-01-01T05:00:00+00:00


PRIVILEGIO

El teléfono sonó poco después de las ocho y media, y, como era una mañana de domingo, Bill Chadwick estaba aún en la cama. Trató de hacerse el distraído, pero el teléfono siguió sonando. Después de diez timbrazos, saltó de la cama y bajó al vestíbulo.

—¡Diga!

—Hola, Bill. Soy Henry.

Era Henry Carpenter, vecino de la misma calle, con el que tenía trato, pero no íntima amistad.

—Buenos días, Henry —saludó Chadwick—. ¿No se te pegan las sábanas los domingos por la mañana?

—Pues, no —contestó la voz—. En realidad, voy a hacer un poco de jogging en el parque.

Chadwick lanzó un gruñido. No era extraño, pensó. Era un tipo que nunca estaba ocioso. Bostezó.

—¿Y qué se te ofrece a hora tan temprana? —preguntó.

La voz del otro pareció apocada.

—¿Has visto los periódicos de esta mañana? —preguntó Carpenter.

Chadwick miró hacia la esterilla del vestíbulo, donde estaban sus dos periódicos sin abrir.

—No —dijo—. ¿Por qué?

—¿Recibes el Sunday Courier? —preguntó Carpenter.

—No —dijo Chadwick. Hubo una larga pausa.

—Creo que deberías echar un vistazo al de hoy —sugirió Carpenter—. Hay algo que se refiere a ti.

—¡Oh! —dijo Chadwick, con creciente interés—. ¿Qué dice?

Carpenter pareció aún más apocado. Su confusión se advertía en el tono de su voz. Sin duda había pensado que Chadwick habría leído el artículo y podría comentarlo con él.

—Bueno, será mejor que lo leas tú mismo, amigo —dijo Carpenter, y colgó el teléfono.

Chadwick contempló el zumbador aparato y colgó a su vez. Como cualquier persona que se entera de que ha sido mencionada en un artículo periodístico que no ha leído, sintió viva curiosidad.

Volvió a su dormitorio con el Express y el Telegraph, los dio a su esposa y empezó a ponerse los pantalones y un suéter de cuello alto sobre el pijama.

—¿Adonde vas? —preguntó su esposa.

—Sólo a comprar otro periódico. Henry Carpenter me ha dicho que trae algo acerca de mí.

—¡Oh! Por fin llegó la fama —dijo su mujer—. Prepararé el desayuno.

En la tienda de periódicos de la esquina quedaban dos ejemplares del Sunday Courier, un pesado y grueso periódico escrito, en opinión de Chadwick, por unos engreídos para los engreídos. Hacía frío en la calle, y por esto se abstuvo de hojear sus numerosas secciones y suplementos, prefiriendo dominar su curiosidad durante unos minutos más y hacerlo en la comodidad de su propia casa. Cuando entró de nuevo en ella, su esposa tenía preparados el zumo de naranjas y el café sobre la mesa de la cocina.

Al abrir el periódico, se dio cuenta de que Carpenter no le había dado el número de la página, por lo que empezó por la sección de noticias generales. Terminó con ella al tomar la segunda taza de café y se saltó las secciones de arte y cultura y de deportes. Quedaban el suplemento en colores y la sección comercial. Dado que él era un modesto empresario en las afueras de Londres, miró en esta sección.

En la tercera página, un nombre llamó su atención; no era el suyo, sino el de una compañía que había quebrado recientemente y con la que había sostenido una breve pero, en definitiva, costosa relación.



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